Según el I Congreso de Organizaciones Familiares la violencia es “toda acción u omisión de uno o varios miembros de la familia que dé lugar a tensiones, vejaciones u otras situaciones similares en los diferentes miembros de la misma”.
La Unidad de la Comisión Europea encargada de la igualdad de oportunidades en el año 1999 definió la violencia doméstica o violencia en la familia como “toda forma de violencia física, sexual o psicológica que pone en peligro la seguridad o el bienestar de un miembro de la familia; recurso a la fuerza física o al chantaje emocional; amenazas de recurso a la fuerza física, incluida la violencia sexual, en la familia o el hogar. En este concepto se incluyen el maltrato infantil, el incesto y los abusos sexuales o de otro tipo contra cualquier persona que conviva bajo el mismo techo”.
El Informe mundial sobre la violencia contra los niños y las niñas define la violencia que se ejerce contra estos/as como: “El uso deliberado de la fuerza o poder, real o en forma de amenaza que tenga o pueda tener como resultado lesiones, daño psicológico, un desarrollo deficiente, privaciones o incluso la muerte”. Y también destaca notablemente que la violencia en el hogar es una de las peores formas de violencia que sufren los niños y las niñas teniendo graves consecuencias sobre su desarrollo. Según este informe se calcula que anualmente entre 100 y 200 millones de niños y niñas presencian violencia entre sus progenitores o cuidadores de manera frecuente, normalmente peleas entre sus padres o entre la madre y su pareja. Los niños y niñas pueden sufrir daño psicológico y emocional por presenciar violencia contra otro miembro de la familia. Un amplio número de estudios afirma que ser testigo o presenciar esta violencia durante un largo período de tiempo por parte de los menores puede afectar gravemente el bienestar, el desarrollo personal y las interacciones sociales a lo largo de toda su vida.
La Convención de los Derechos de los Niños de Naciones Unidas define el maltrato infantil como: “toda violencia, perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de sus padres, de un representante legal o de cualquiera otra persona o institución que lo tenga a su cargo”.
Para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la violencia familiar se define como “un comportamiento consciente e intencional que, por acción o inhibición, causa a otro miembro de la familia un daño físico, psíquico, jurídico, económico, social, moral, sexual o personal en general”.
En este sentido el Centro Internacional de la Infancia de París define el maltrato infantil como “cualquier acto por acción, omisión o trato negligente, de carácter no accidental, realizado por individuos, por instituciones o por la sociedad en su conjunto, y todos los efectos derivados de estos actos o de su ausencia que priven a los niños de su libertad o de sus derechos correspondientes y/o que dificulten su óptimo desarrollo”.
La Organización de Naciones Unidas para la Protección a la Infancia, UNICEF, “considera la exposición a la violencia doméstica como una forma grave de maltrato infantil que puede provocar en el menor o la menor unas secuelas irreversibles” Sin embargo, la Asociación Americana de Psicología ha reconocido que: “los Juzgados de Familia, con frecuencia minimizan el daño que produce en los niños y niñas su
exposición a la violencia doméstica y a veces les cuesta mucho creer a las madres”. Concretamente se puede decir que la violencia en el ámbito doméstico o familiar “es una forma de violencia de género que provoca grandes y graves efectos colaterales en
las personas que conviven en el entorno familiar en el que se producen las situaciones de malos tratos”.
Después de esta variedad de definiciones se puede ver de forma muy clara, que no es lo mismo violencia de género y violencia doméstica, la primera es la que se ejerce sobre las mujeres y la segunda es aquélla en que los miembros de la familia son los sujetos sobre los que se ejerce (menores, ancianos, etc.).
La violencia doméstica es una pesadilla u opresión cotidiana para las víctimas, pero también configura un modelo de interacción social que tiende, en el futuro, como ya he hecho referencia anteriormente a ser reproducido por los menores que la padecieron tanto de manera directa como indirecta, por ello son necesarias más herramientas de asistencia dirigidas a estos para evitar que sufran dicha violencia y prevenir que la reproduzcan en etapas posteriores de su vida.